En «Confluencias» -libro autobiográfico- narré detalladamente sobre mi viaje a España y mi relación con María Mercedes, una amiga que surgió a la distancia y quedó plasmada en mi vida para siempre. El nexo causal que nos unió fue religioso, contagiado por un kerigma profundo y por un amor a la Virgen María relacionado con las apariciones en Medjugorje: María, Reina de la Paz.

En ese ida y vuelta que tuvimos por dos años virtuales -antes del encuentro en Murcia-, intercambiamos todo tipo de materiales religiosos, tanto digitales como físicos. Tengo aquí, por ejemplo, un rosario de Santiago de Compostela y una imagen pequeña de la «Pilarica» en su pedestal de mármol, bendecida por el Obispo de Murcia. Dentro de estos envíos mutuos, había muchos PDF conteniendo literatura religiosa, encíclicas, documentos eclesiásticos, historia de santos, etc.
En uno de las tantas epístolas electrónicas, le envié una poesía mía dedicada a la Virgen María. Como devolución, además de una estimada crítica sobre mi composición, recibí un libro digital titulado «En la Albura» que fue el puntapié inspiracional para que, tiempo después, escribiera «Cruz y Barro», mi obra de poesía religiosa.
El libro es autoría de Macario Díaz Presa cmf 1, debajo hay una pequeña biografía, lo único que encontré en la web, aunque hay algunos textos interesantes escritos por él en «Ciudad Redonda», sitio de los claretianos que está a punto de cumplir 30 años en el éter. Aquí les presento tres poemas de Macario, luego habrá más.
Arrebol vesperal
¡Qué arrebol vesperal orla tu frente!
¡Y qué mar de misterio en tu mirada!
La alondra de tu cuerpo huye extasiada,
bautizando el paisaje, que se siente
acunado en tus ojos. Levemente
la brisa huele a Dios y a alma habitada.
Dormido se ha la luna en tu calzada
y el agua quedó muda en su corriente.
Mujer ya tornasol que, en llama y vuelo,
nos abres un camino a las estrellas,
por do se asoma Dios a nuestro suelo:
prendidos en la estrofa de tu manto,
calzados con el polvo de tus huellas,
¡qué llover hacia el cielo es nuestro llanto!
Perderme en ti
Quiero Madre, arbolarme hasta tu albura,
dormecer mi fatiga en tu regazo,
perderme en tu mirada y, por tu abrazo,
fundirme en tu profética figura.
¡Si yo tañer a Dios mi partitura
pudiera con tu mano, y, trazo a trazo,
bordar de mi andadura el cañamazo
pudiera, con tu pie, en mi senda oscura!
Encíriame en los ojos dos estrellas
cual luz de atardeciente ensoñación.
Acúñame en tus labios mis querellas.
Bautízame en tu nieve el corazón.
Y ese fulgor de Dios que tu destellas
convierta mi calzada en asunción…
Me dueles tu
(Ante Cristo Crucificado)
Me dueles tú… Me dueles lentamente.
Y lo ojos me lloran tu destino
Martirial. Y en tus pasos
de cruz y sangre…
Mi pecado
la espina de tu carne en flor ha sido,
que se adentra y me duele lentamente
en tu vida de Dios humanecido.
Despacio, y paso a paso,
el dolor se me filtra como un río
que muere, gota a gota,
en la arena sedienta del camino.
Y me crece el dolor, como una muerte
que no acierta a morir de haber vivido.
Me duele… Ya no acierto a adivinarlo.
La noche se ha vertido,
de súbito, en raudales de misterio
que me manan y fluyen, como un río
sin mar donde morir.
Del fondo de mi ser, que soy yo mismo,
te llamo con clamor de mar y viento:
vivir quiero a tu lado, estar contigo,
pue solo tengo miedo
y, sin ti, ¡siento frío!
Enciérrame, Señor, en esas lágrimas
que en tus ojos me duelen a martirio,
y dime una palabra
con la sed que tus labios yo he encendido.
Olvida, cielo en cruz, todo el pecado
que me sangra en tu cuerpo detenido;
y esa sangre, que fluye no sentida,
descienda sobre mí, como un rocío
de amor y de esperanza
que, en el duro paisaje de mi estío,
me lave de vivir.
Esparce tu perdón en torno mío,
como siembras la rosa en campo virgen;
y sabrás cómo crece en el camino
una flor sin espinas,
rezándote el amor amanecido.
Ya siento que me crece tu perdón,
con un mar que se acrece con el río.
Tu palabra dolida
me ha tornado el dolor desdolorido.
Me creces tú, Señor, me creces todo
en mi más corazón de ti transido,
y en tu más corazón también presiento
lo que ambos, sin palabras, nos decimos…

Macario Díaz Presa : Misionero Claretiano, nació en Salio (Laón) en 1920. Doctor en filosofía. Profesor de Antropología de la vida consagrada en el Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid. Profesor de filosofía en el Estudio Teológico Claretiano de Colmenar Viejo, de la Universidad Comillas. Director de la revista «Ilustración del Clero-Misión Abierta» (1969-1972). Subdirector de la revista «Vida Religiosa» (1975-1982). Director de la Escuela «Regina Apostolorum» (1977-1979). Murió el año 2008. Unió en su enseñanza la sensibilidad religiosa con la pasión por lo humano.
- CMF: es la sigla de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, más conocidos como «Claretianos». ↩︎
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