Este texto que empecé a redactar hace un tiempo, casi a modo de ensayo -lo siento, la literatura me tira desde las vísceras-, trata sobre la actividad laboral como independiente y/o FreeLancer.
Llevo más de 25 años programando y no sé cuántos haciendo páginas webs. Mucho de lo que he hecho ya forma parte de la historia de la informática y de la internet; programas pasados de época y htmls perdidos en el éter o durmiendo en algún caché; pero lo que jamás se pierde sino que al contrario, se agranda, es la rica experiencia que cada trabajo ha dejado y sigue dejando.
Hay un viejo proverbio que dice: «no me des consejos, se equivocarme solo» pero sin embargo, en yuxtaposición, hay otro, que José Hernández utiliza basado en uno español, que dice «el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo«, con lo que resumidamente quiero decirles: primero que no soy un viejo y segundo que cada uno tome lo que le sirva y haga lo que le plazca.
Capítulo I – Visión de Empresa
Quizás la mayoría de los que trabajan como independientes o freelancer, al menos los más viejos, nunca se han planteado dar visión o imagen de empresa o emprendimiento porque piensan que es una nueva tendencia o algo así. Les cuento que no es una nueva moda ni nada parecido y voy a comentar algunas razones de peso.
Lo más común que se puede ver, en cuanto a webs de freelancer, son páginas incompletas en donde se cuelgan portafolios de trabajos, datos de contacto electrónico y algún que otro detalle menor sin importancia. Esto, a prima facie, parece lo más acertado: mostrar lo que hicimos y cómo pueden contactarnos, sin embargo es solo una parte del todo.
Lo que debemos hacer o buscar es dar una verdadera «visión de empresa o emprendimiento«, de lo contrario parecemos unos changarines o trabajadores a destajo que andan buscándose el pan por el éter y luego nos ponemos mal porque nos tratan como tales.
Debemos mostrarnos como auténticas unidades organizativas que tienen objetivos claros y que cumplen un rol dentro de toda la parafernalia de páginas que existen en la web.
Para conseguir esto último tenemos que «enseñarnos«, mostrar los diversos aspectos de nuestra organización y actividad -aun siendo unipersonal-, haciendo un detalle estructurado, lo más completo posible, que sea de fácil acceso y lectura. Todo con mentalidad empresarial que busca un fin económico, no como si fuésemos un peón suelto que anda al voleo. Tenemos que dar imagen de fiabilidad y confiabilidad.
Y hay algunas preguntas que ayudan a reflexionar sobre esto último y a actuar en consecuencia:
| -> ¿Qué buscará o querrá saber un empresario o potencial cliente cuando entre a nuestra web?
| -> ¿Está la información bien a la vista? ¿es de fácil acceso, o hay que rebuscarla?
Y las podemos responder nosotros mismos usando el «sentido común» explicando estas interrogantes:
| Quiénes somos.
| Cuáles son nuestros objetivos
| Dónde estamos geográficamente.
| Qué hacemos y que no.
| Qué hemos hecho.
| Cómo contactarnos.
Debemos redactar cada punto sin omitir ninguno y todos los datos que pongamos aquí deberán ser ciertos y, en lo posible, fáciles de confirmar.
El punto «qué hacemos y que no» deberá ser claro, conciso y preciso.
Hay que tener especial cuidado en la redacción. La misma deberá ser comprensible, sin errores ortográficos o de sintaxis, no podemos ser improvisados o demostrar falta de formación.
La segunda interrogante se corresponde a la estructuración de la web y generalmente para cumplir con esto se coloca un enlace o ítem de menú del tipo «Acerca de…«, «Quiénes somos«, «Nuestra empresa«, etc., y dentro todos los contenidos del primer punto.
Así y todo, hay otros detalles relevantes a tener en cuenta:
No hay que abusar del «golpe de vista«.
Es decir, no solo poner imágenes impactantes que llamen la atención sino que además mucho contenido. Una imagen llamativa «convoca» rápidamente a los clientes, pero si es solo eso, así como el posible cliente llegó se irá. Es tan importante el primer efecto como su desarrollo textual comprensible.
Actualizar nuestra web.
He visto que la gran mayoría de las páginas están tal cual fueron hechas años antes. En el caso de los freelancer dedicados al desarrollo web ni siquiera tienen actualizaciones estéticas que la adapten a las nuevas tendencias por ejemplo brindar enlaces a las redes sociales.
La pregunta que siempre me hago cuando accedo a estos sitios es: «si estás ofreciendo desarrollo Web2 y/o PHP, ¿por qué tienes tu web hecha en HTML puro y CSS?«
Es regla de oro en internet la actualización constante de contenidos, caso contrario nuestra página estará condenada al olvido y su posicionamiento en los buscadores se irá perdiendo hasta llegar a ser poco menos que deprimente.
¿Cómo mantener viva nuestra web empresaria o de microemprendimiento?
Agregando contenidos con cierta frecuencia.
¿Qué tipos de contenidos?
Aquellos que ayuden al potencial cliente o empresario en la toma de decisiones y que sean relativas al trabajo o servicio que nosotros mismos podemos llegar a hacerle o brindarle.
Contenidos doble impacto.
El tipo de contenidos que coloquemos deberá buscar siempre un doble impacto. Por un lado ayudar o ilustrar al cliente en lo que a nuestra actividad principal se refiere, poniendo incluso tutoriales y ayudas. Por el otro despertar su curiosidad hacia aquellas actividades que estamos desarrollando y que tal vez no estén del todo claras para el común de la gente.
Con lo primero, evitaremos que nos lluevan preguntas o consultas de todo tipo con el consiguiente desgaste, pérdida de tiempo y por ende dinero. Además, damos un panorama de que sabemos lo que estamos haciendo. Con lo segundo, podemos tomar trabajo o brindar algún servicio extra que ni siquiera el cliente tenía pensado darnos.
Tener dominio propio.
Si nuestra web empresarial está en un blog de Google, en uno de WordPress o en un servicio web gratuito y de alojamiento compartido cuya URL es «soyfreelance.freehost.com«, no da imagen de seriedad y mucho menos de empresa o emprendimiento.
Parece más que estamos a la pesca de algún marmota que nos contrate y nos pague para luego «armarnos» y así tener nuestra propia web.
Hoy en día los servicios de alojamiento son muy baratos, inclusive los hay gratuitos. Registrar un dominio lleva minutos y en muchos países el registro también es gratis. Aún, pagando un domino internacional y el hosting tampoco la inversión es descabellada, se puede afrontar.
Tener a una marca propia.
Andar de dominio en dominio y cambiando el nombre de nuestra empresa o emprendimiento más que poco serio diría que es una verdadera burrada, con perdón de la expresión. De esa forma jamás nos identificarán con nada, no tendremos identidad y por lo tanto seremos como bits tirados al aire.
Hay que procurarse un nombre, sin caer en el plagio, y mantenerlo a lo largo del tiempo.
Sobre esto último y ya para finalizar les comentaré mi experiencia.
En el año 1995 hice mi primera web enfocada en el desarrollo web y en software comercial. No cumplí con todo lo que enuncio en este texto porque aún no tenía la experiencia suficiente, sin embargo la página estaba bastante bien armada y con mucho contenido.
La URL era www.moatsoft.com.ar, mi marca «registrada» era MoatSoft con el slogan «software for next generation«, o algo así. Por diferentes motivos, cierto día del año 2001, le di de baja y desaparecí de la web. Tampoco revisé más mi correo en Yahoo vinculado al sitio por mucho tiempo.
Años más tarde, retomé el proyecto y la volví a subir pero ya con otros contenidos diferentes enfocados en PHP, GNU/Linux, Cracking, Hacking, Redes y Powerbuilder.
Me llamó la atención que luego de ponerla on line, en menos de una semana tenía más de 100 visitas diarias y ni siquiera le había hecho el trabajo de SEO (Search Engine Optimization). Más perplejo quedé cuando abrí mi casilla de correo en Yahoo y vi la enormidad de mails que tenía sin responder.
Esto me llevó a hacer un estudio para determinar por qué había pasado esto y las conclusiones fueron muy alentadoras: estaba enlazado de muchísimas páginas en donde citaban algunos artículos escritos años antes. También estaba enlazado desde foros y nombrado en muchas webs.
Había establecido mi marca personal y yo ni siquiera me había dado cuenta.
Si ponen moatsoft en Google verán que aparezco por todos lados y ahora comparto el nombre con un anti malware de MoSo (ojo, mi nombre fue primero, no plagié).
Hoy MoatSoft es la marca de nuestro emprendimiento que desde hace poco comenzamos a reflotar con familiares y amigos.
Capítulo II – Ser legales
Una de las cuestiones que más afectan, y por qué no decirlo, caracterizan a nuestro trabajo es la falta de una formalidad legal. Debemos estar dentro de un marco legal que nos haga visibles en el sistema económico-social del país y del mundo.
Si bien el trabajo como independiente o freelancer puede abarcar diferentes países, cada uno de ellos con sus propias regulaciones y reglamentaciones, aun así hay que estar legalizado en el de nuestra residencia porque lo mismo se justifica la ley en uno u otro.
Alguno podrá argumentar: «yo solo trabajo con extranjeros, ¿para qué voy a pagar impuestos?«. La respuesta a esto tiene varios matices que veremos a continuación incluyendo al final mi propia experiencia que es esclarecedora.
Lo primero que hay que saber es que, mal que nos pese, hay que estar dentro de lo que comúnmente se le dice «sistema«.
En nuestro país por razones elementales, que entre otras son: hacer aportes para poder jubilarnos, tener acceso a una obra social y poder facturar; lo que es casi lo mismo decir «existir» como entidad socioeconómica y no ser un paria.
Otra cuestión superlativa a tener en cuenta es que si nos contratan para un trabajo local, según sea la empresa o el contratante, nos exigirán algún tipo de comprobante como soporte físico y justificativo legal de sus erogaciones monetarias; hablando en criollo, nos pedirán una factura para justificar sus gastos ante el ente impositivo local.
Si no estamos en el sistema lo más que le podemos dar es un papel o nota, totalmente apócrifa, carente de curso legal, ante lo cual el cliente tomará una de estas dos determinaciones: nos enviará a freír churros y contratará a otro, o bien, y lo que en muchos casos es peor, nos querrá pagar menos, tomarnos por dos chelines o un duro.
En contrapartida, si nos contratan desde el extranjero y nos exigen algún comprobante, y si estamos formalmente en el sistema, la factura o comprobante que emitamos tendrá la misma validez tanto para ellos como para nosotros.
Para que comprendan más va un ejemplo que sirve cabalmente para ampliar el tema. En uno de mis trabajos, hace varios años atrás, se empezó a comercializar con Brasil. El sistema legal y fiscal de Brasil es completamente diferente al nuestro y nos enviaban sus facturas tal como lo indican sus leyes.
Como administrador y supuesto experto contable, en un momento dudé cómo proceder por lo que recurrí a la legislación local vigente para saber cómo actuar. Grande fue mi sorpresa cuando leí que todo estaba contemplado e inclusive se describía cómo registrar dicha transacción.
Más grande fue mi sorpresa, aunque un tanto desagradable, cuando consulté con dos contadores públicos que ni sabían de qué les estaba hablando, ¿gajes del oficio?… cuestión aparte. Infórmense.
Amén de todo esto hay otro dato significativo y que quizás sea el más importante de todos: si no estamos en regla legalmente daremos una imagen poco seria, por no decir que seremos improvisados totales.
Les cuento otra experiencia personal para cerrar este tema:
Hace poco tiempo atrás me contactaron de España para desarrollar una extensión Joomla! a medida, lo cual es una de mis especialidades.
Por el preciso y largo detalle de la solicitud vi que era un trabajo grande, importante y que se trataba de unos cuantos miles de euros, que al cambio nuestro representaban una considerable suma de dinero.
Al investigar descubrí que además provenía de una mediana empresa con cierta significación dentro de su rubro, lo cual me reconfortó al extremo puesto que sumaría un trabajo trascendente a mi portafolio.
Hice el presupuesto siguiendo todo el procedimiento que tengo bien diagramado para estos casos y le envié al cliente los datos del proyecto, incluyendo plazos de ejecución, precio, forma de pago y demás.
Al otro día me confirman vía correo electrónico que el presupuesto había sido aceptado pero con algunos ajustes pequeños que, sin embargo, no tenían mayor importancia. En el mismo correo electrónico me pidieron además mis datos personales: número de documento y domicilio real actual y otros.
Contesté la misiva sin omitir nada y quedé a la espera de la confirmación del depósito anticipo para comenzar a trabajar ya que así habíamos pactado de antemano.
Pasaron varios días, no tenía noticias y ya me estaba desesperando, hasta que finalmente envié otro correo preguntando qué pasaba. Más tarde me contestan y leo en la respuesta que todo había sido cancelado porque mi nombre y apellido no figuraban en el bendito «sistema». Imagínense mi ánimo a dónde terminó… por el piso.
Hablando luego por mensajería privada con la persona que me había contactado, me informó, en tono de confidencia, que los datos personales se me habían pedido para investigar sobre mí persona ya que la empresa tiene un centro representativo en Argentina.
Me explicitó que hasta buscaron información en el sistema Veraz (el de morosos), y si bien allí no aparecía tampoco lo estaba en la AFIP (organismo impositivo de aquí). En una palabra «no existía», lo cual no daba ninguna garantía y por eso fui eliminado.
En conclusión: perdí un trabajo importante, de mucho dinero por no estar empadronado como contribuyente, por no existir, ser un completo ilegal.
Capítulo III – Presupuestos
Si hiciéramos un examen sobre la materia «Presupuestos» –tomando el sentido de cotización, o valuación monetaria, no el sentido técnico contable- creo que la mayoría de los ferelancer saldrían desaprobados. No digo que todos sean malos, no estoy defecando sobre mi propia actividad, sino solo atisbar lo que personalmente he comprobado.
Muchas veces he pedido cotizaciones a colegas y no para competir con ellos, sino para que me hagan trabajos, es decir, para desdoblar los que tengo en varios más pequeños, sobre todo cuando estoy muy atareado. Esto me ha traído más de un dolor de cabeza y básicamente por tres causas principales: falta de consideración, falta de organización y falta de precisión. Veamos cada una de ellas.
Falta de consideración o ponderación.
Con el término de consideración o ponderación me refiero a la actitud que debe tener el freelancer hacia el cliente. Muchas veces la persona que nos contacta para un presupuesto no da muchas precisiones y suele ocurrir que es porque no las conoce, incluso puede que hasta represente una materia nueva en la que está incursionando.
Es tarea nuestra desmenuzar su idea y clarificarla. Debemos ponernos en su lugar, considerar, evaluar, ponderar la propuesta desde el punto de vista de la novedad que esto le pueda significar porque no sabemos con quién estamos tratando.
Falta de organización.
Esto es más frecuente de lo que uno pueda llegar a pensar. El freelancer que no está organizado no sabe responder. Tal vez esté más que capacitado para el trabajo pero no tiene idea de cómo cotizar o presupuestar.
Esto se evidencia cuando contesta sin más, cuando no interpela al cliente pidiendo precisiones o más información y da un precio más o menos aproximado, «masomenanga«. Nunca la solicitud de precio es tan clara en el primer contacto, salvo casos excepcionales donde el cliente sabe y conoce en profundidad lo que está pidiendo.
Un ejemplo, supongamos que recibimos un correo en donde textualmente nos dicen: «necesito una página web, ¿cuánto costaría?«.
La vaguedad de esto es mayúscula porque para hacer una página web hay demasiada cantidad de formas o métodos que incluyen distintos lenguajes de programación, utilización o no de base de datos, formatos y diseño general, etc., cotizar esto es imposible.
Y tenemos dos formas de responder:
1- Tirarle un número por la cabeza del tipo… «sale 2500 dólares«, sin darle mayores explicaciones y arriesgándonos a lo impredecible.
2- Asesorarle brevemente y pedirle pautas que aclaren sus necesidades y luego, en base a sus respuestas, darle un precio más razonable.
El primer punto no admite mucho análisis. Lo más probable es que el cliente ni siquiera nos responda y peor aún, si el precio que pasamos es desorbitante según haya sido su idea previa o según otras cotizaciones que haya recibido, puede que hasta nos dé una respuesta en términos poco agradables.
El segundo punto es el acertado y aquí quiero hacer dos aclaraciones. Por un lado, no se trata de darle un curso sobre lo que nos está solicitando ni tampoco sobre qué es un diseño web o un programa, sino tan solo pedirle precisiones que pueden conseguirse entregándole un formulario bien diagramado para que lo responda. En algunos casos hasta se hace necesaria una charla telefónica, un diálogo vía chat o bien mediante el intercambio de uno o varios correos electrónicos.
Por otro lado, si ocurre que no logramos clarificar el trabajo correctamente, es factible cobrar un monto por asesoramiento ya que hay casos en los que tendremos que revelar conocimientos adquiridos que no se pueden entregar gratuitamente. De todos modos, esto último es una evaluación personal que cada uno tendrá que hacer. Hay freelancer que cobran un arancel que es reembolsable si el trabajo se confirma y luego se descuenta del precio final.
Falta de precisión.
Otro error muy común es presupuestar al voleo poniendo diferentes precios o «abultando el importe» por todos lados, como para cubrirnos si luego algo no es como pensábamos o no es como el cliente nos pareció que dijo. Hacer esto es de ignorantes y no habla muy bien de nuestra capacidad profesional, lo peor es que esto también se nota.
He visto muchos «peros» dentro de los presupuestos y realmente esto asusta al común de la gente. Frases del tipo «sale $ 100, pero… si le sumamos esto otro, sale $ 150 y además si le agregamos esto sale $ 200.- pero… etc.«. Con frases de este tipo el cliente no sabrá a ciencia cierta cuánto le saldrá el trabajo y quedará con más dudas que certezas.
La claridad simplifica, evita malos entendidos y nos ahorra tiempo y por ende dinero.
En concordancia con lo anterior, debemos primero y antes que nada tener ciertas precisiones que, a juicio de nosotros que sabemos lo que hacemos, son imprescindibles. Que haya «variables» de ajuste según detalles ulteriores, es otra cuestión que se puede discutir luego o volver a presupuestar una vez terminado lo primero.
Redondeando: tomemos al cliente como una persona que no tiene experiencia en el tema sobre el que nos pide presupuesto pero no lo tratemos como un bruto ignorante. Respondámosle en forma cordial y ordenada, lo más claro posible, tratando de obtener la mayor cantidad de precisiones para eliminar presunciones, sin llegar al paroxismo o a la ingeniería. Luego le podremos entregar la mejor y más ajustada cotización, con eso ganaremos confianza y daremos muestra de profesionalidad, y lo más importante: seremos justos.
No es mala idea brindar en nuestra propia web un texto teórico sobre cómo debe solicitarnos precios, cuestión esta última que desarrollaré en un próximo artículo.
Capítulo IV – Tomar cualquier trabajo
Otro de las fallas más comunes en los freelancer es tomar cualquier trabajo, aún sin saberlo. Es lo peor que se puede hacer. Esto nos puede traer varias consecuencias funestas: perder nuestro prestigio y el cliente -o varios, en internet las noticias vuelan-, perder tiempo y dinero, y en el peor de los casos, «comernos» un juicio por incumplimiento de contrato.
Hay un dicho que dice «la necesidad tiene cara de hereje» y esta verdad nos lleva muchas veces a tomar trabajos para los que no estamos capacitados creyendo que lo aprenderemos rápidamente y al vuelo porque «somos unos genios» y sabemos muchísimo de todo.
Tomamos al cliente por un estúpido que no se dará cuenta si le estiramos el plazo de entrega para que nos dé tiempo de aprender. Y si todo sale bien, zafamos, pero si ocurre lo contrario estaremos encendiendo una mecha difícil de apagar.
Hay muchos ejemplos de «supuestos genios o sabios» que dijeron hacer cualquier tipo de trabajo y que luego no concretaron ninguno, pero hay casos peores aún y son de aquellos «supuestos gurús» que improvisaron el trabajo con una calidad realmente lamentable evidenciando su falta total de profesionalismo, el desconocimiento más que insuficiente de lo que estaban haciendo.
Ante estas situaciones el cliente sentirá que le tomaron el pelo y que le hicieron perder dinero, aun sin habernos pagado nada, porque tuvo que dedicarle tiempo a un supuesto «sabio» que en realidad era un mediocre; retrasó su proyecto por nuestra culpa y una larga lista de etcéteras casi todas justificables.
Dentro del mismo rubro se encuentran aquellos freelancer cuya cotización o presupuesto fue mal confeccionado. Se quedaron cortos en el precio porque no obtuvieron la suficiente cantidad de datos para poner un precio acorde y presupuestaron «a voleo«. Luego todo se les fue de las manos, tanto el tiempo de ejecución como el desarrollo mismo.
Lo más común en estos casos es que le tiren todas las culpas al cliente aduciendo frases como: «el cliente no sabe lo que quiere«, «el cliente no conoce lo que está haciendo«, o «el cliente pide cosas que no tiene la menor idea o son imposibles de hacer«.
Ténganlo en cuenta, en todos los casos la culpa es nuestra.
Resumiendo: si no tienes los conocimientos suficientes para encarar el trabajo, no lo tomes. Si te equivocaste en el presupuesto y todo se te fue de las manos, aprende de tu error, termina el trabajo y evita próximos fallos. Hazte cargo de tu culpa.
Capítulo V – No cumplir
En concordancia con todo lo anterior, evaluar los tiempos de cada trabajo no solo es fundamental sino que constituye nuestra base presupuestaria y da cuentas del nivel de formación profesional y de la experiencia que tenemos en el rubro.
En las empresas, a los empleados en relación de dependencia, les pagan por las horas que dedican a cumplir con el trabajo para el que fueron contratados (diario, quincenal o mensual), más allá de si el mismo se realiza o no, cobrarán igual. A nosotros, freelancer o independientes, nos pagan por el trabajo terminado en un plazo estipulado previamente y si no cumplimos podemos perder todo. He aquí la diferencia radical que fundamenta el difícil oficio de medir tiempos de trabajo.
Tenemos que aprender a calcular nuestros tiempos para no quedarnos cortos ni excedernos, tarea para nada sencilla, por eso hablo de «oficio». Sin embargo hay algunos puntos clave que pueden llegar a dar un sustento importante al cálculo y aquí se los enumero:
1- Grado de conocimiento de lo que estamos por hacer.
2- Experiencia: cantidad de trabajos realizados sobre el mismo tema.
3- División y evaluación sobre la cantidad de trabajo solicitado.
Grado de conocimiento.
Hace un tiempo escribí en el sitio Joomla-GNU.com un artículo titulado «La Caja de Pandora» que está vinculado a este tema. En una parte cito a Francis Bacon, famoso filósofo, padre el empirismo, que decía «el conocimiento es poder«. Justamente a eso debemos tender: poseer la mayor cantidad de sapiencia en cuestiones que atañen directamente con nuestra profesión y todo lo que a ella rodea.
En la jerga se conoce esto con el nombre de «skills» y representa ni más ni menos que nuestras competencias y habilidades en el rubro sobre el que trabajamos. Un ejemplo típico de skills se da en los desarrolladores webs en donde conocer en profundidad el lenguaje HTML es la base para la creación de páginas pero también es lo mínimo. Muchas veces, debemos resolver problemas cuya solución no estará en el lenguaje HTML sino por ejemplo en lo que funciona combinado con él como ser la maquetación CSS, programación en Javascript, PHP o Ajax, etc. Aunque no seamos expertos en estos últimos es necesario tener cierto grado de destreza en su utilización. Otro ejemplo podría darse en los abogados en donde no solo interviene el conocimiento profundo de las leyes sino muchas áreas vinculantes como por ejemplo saber escribir, redactar y hablar correctamente, entre otras más.
El grado de conocimiento nos permitirá tener un panorama cierto de todo lo que tendremos que hacer y de qué forma, contando además con la ventaja de poder escoger el camino más corto a la solución y por consecuencia directa llegar más rápido a la meta.
Experiencia.
Si bien podemos contar con un grado de conocimiento teórico sólido hay cuestiones que se nos pueden escapar de las manos cuando pasamos a la práctica.
No es lo mismo saber mucho que haber aplicado lo que se sabe. Uno puede dominar la teoría pero carecer de tiempos de práctica. Se puede saber de memoria un manual o diez manuales pero de ahí a haber hecho algo relacionado a los mismos hay una distancia importante.
Hay veces que pequeñas complicaciones nos insumen muchas horas de investigación o de ensayos. Si bien todo se corresponde con el punto anterior de todos modos no alcanza, hay que probar lo que sabemos.
Una de las leyes de Murphy dice: «Las cosas que pueden salir mal son muchas. Los sistemas de información habitualmente manejan problemas abundantes en variables; la cantidad de combinaciones de datos diferentes que pueden caracterizar a uno de ellos es inconcebiblemente grande. El número de situaciones en que el comportamiento del sistema puede ser errático, también. Los sistemas son inherentemente imposibles de probar. Es posible probar completamente sólo sistemas muy elementales. Para el resto, las pruebas exploraran sólo una ínfima fracción de las situaciones posibles.»
Este texto, que en cierta medida encierra una realidad frecuente, nos permite tener un parámetro fundacional para fijar el grado de experiencia. Toparnos con problemas iguales o similares nos permite saber a dónde apuntar el rumbo y determinar plazos de ejecución.
Sin embargo, alguno podría decir que en todo trabajo hay «imprevistos» lo cual es cierto, pero si tenemos la suficiente experiencia podemos intuirlos y darles un tiempo de resolución más o menos acertado. Incluso podemos evitarlos prefijando pautas con el cliente en el momento de presupuestar. Recuerden que muchas veces el cliente no conoce lo que nos pide y menos entenderá explicaciones técnicas posteriores, hay que prever estas situaciones.
Por ejemplo: supongamos que nos encargan un trabajo de desarrollo web en PHP con MySQL. Un problema que sucede con frecuencia es la mala configuración de PHP en el servidor y aquí interviene nuestra experiencia para prever estas situaciones desagradables, y saber que lo que nos piden funcionará, en su defecto solicitar modificaciones antes de acometer el trabajo o en el último de los casos aclarar que esos problemas, de darse, serán «ajenos» al presupuesto solicitado.
División y evaluación del trabajo.
El Grado de Conocimiento y Nuestra Experiencia nos servirán para dividir el trabajo en partes, evaluar cada una por separado, ir viendo sus soluciones y fijar plazos detallados de ejecución.
Para resumir, veamos un ejemplo típico de esto. Supongamos que nos solicitan una web basada en un CMS.
¿Cuáles serían las partes a dividir el trabajo para determinar tiempos de ejecución?
- Verificación del servidor para saber si cumple con los requisitos del CMS.
- Instalación del framework o entorno operativo.
- Diseño de la plantilla, instalación y/o modificación de la vista.
- Instalación y/o modificación de extensiones.
- Pruebas de desempeño.
Observen que a su vez cada punto puede dividirse en muchos más y en cada uno podrán presentarse o no problemas como ser: que el servidor no cumpla con los requisitos, que no podamos instalar el framework o entorno por mala configuración, etc.
Para estos casos, un tanto complejos, lo mejor es hacer un cuadro en donde enumeraremos las tareas en forma consecutiva, asignándole un tiempo de realización a cada una según nuestros conocimientos y experiencia.
Asimismo, este cuadro nos dará a entender si contamos o no con los conocimientos suficientes para hacerlo en vistas a la solicitud del cliente.
Porque… «tirarse a la pileta» es de ignorantes y un «juego» peligroso que puede poner en jaque nuestra profesión y reputación. A veces, es mejor pasar del tema, dárselo a un experto y salvaguardar nuestra relación comercial con el cliente; lo que se resume en «ser honestos«.
Capítulo VI – No cobrar adelantos
Este es un punto delicado, sobre todo cuando se lo planteamos al cliente quien arguye un sinfín de excusas o justificativos para no pagarnos un céntimo hasta no tener el trabajo terminado.
Hay empresas que al contratarnos nos ponen esta premisa pero hay otras en las que no ocurre lo mismo. Generalmente las primeras fundamentan con un concepto comercial cual es el de «pagar por un producto terminado«, de la misma forma que uno paga un automóvil cuando está andando, no antes.
Si bien hay algo de verdad en esto, en el caso de nosotros freelancer la cuestión tienen un matiz que el cliente muy pocas veces entiende y que se resume en una palabra: exclusividad. Lo que vamos a hacer involucra un trabajo que es único, dedicado y enfocado si y solo si para él, no para otro u otros.
Para explicar más claramente seguiré con el ejemplo del automóvil. Una persona puede ir a comprar un automóvil de cualquier marca pero si no le gusta lo dejará e irá a otra u otras agencias hasta dar con el que le place. Sin embargo, aquellos automóviles que ha rechazado de seguro serán adquiridos por otro puesto que fueron pensados para muchas personas, según gustos y preferencias amplias.
En nuestro caso, esto no sucede. Si al cliente no le convence lo que hicimos, no pagará nada y nos quedaremos con ese trabajo «exclusivo» listo para archivar, lo que se dice «de clavo«. Por eso, es necesario cobrar algún anticipo para que se establezca un vínculo comercial concreto y que no solo sean palabras; porque «a las palabras se la lleva el viento«. Si esto no es comprendido de esta forma, mejor pasar del tema.
También suele sucede muchas veces, que el tamaño del trabajo justifica la confección de un contrato escrito y refrendado por ambas partes, para dejar en claro que se trata de una relación económica-legal cuyas partes tienen derechos y obligaciones.
Esto se complica cuando se trata de clientes ubicados en otros países por lo que el vínculo se establecerá en base a nuestra reputación y a la del cliente. Y por eso es importante seguir las pautas comentadas más arriba sobre la confección de nuestra página web ya que ella hablará por sí sola.
Otra cuestión no menos importante respecto a los adelantos se da en los grandes proyectos a largo plazo. Aquí no solo hay que pactar un anticipo monetario sino varios, con una periodicidad mensual, bimestral o la que se crea conveniente. De lo contrario termina siendo una especie de empleo encubierto sin sueldo que no nos permitirá sobrevivir durante el tiempo de desarrollo porque estaremos abocados exclusivamente a él.
Finalmente, hay otro aspecto significativo que ocurre cuando el trabajo es pequeño y de presupuesto reducido, de solo unas cuantas horas, un día o poco más y que esté cotizado con importes bajos. En estos casos y por las mismas razones explicadas más arriba, lo mejor es cobrar el trabajo por anticipado o en su defecto no tomarlo.
Resumiendo: cobrar adelantos hace que la contratación sea efectiva y que no quede en palabras o intenciones ya que responde lisa y llanamente al derecho de exclusividad por el que somos requeridos. Si el cliente no comprende esta razón y deseas hacer igualmente el trabajo debes pensar que existe una gran posibilidad de no cobrar. Cada uno determinará según sus propias necesidades si le sirve hacerlo o no según lo que considere en cada caso.
Capítulo VII – Tomar muchos trabajos
Hay algunos freelancer que no solo toman trabajos que no saben hacer sino que además toman demasiados y desarrollan una espiral de tiempo difícil de seguir con los consecuentes resultados.
Este punto está estrechamente vinculado con el Capítulo V que habla de «No cumplir con los plazos de entrega» porque es lo que termina aconteciendo siempre. Se refiere al hecho de que en ocasiones, por razones económicas o las que fueren, tomamos todo lo que pasa por nuestro lado, incluso a cualquier precio, sin medir consecuencias.
Los resultados de esta actitud en la mayoría de los casos no solo son netamente negativos para nuestra reputación, que se puede ir al tacho en un santiamén, sino que el «paquete» termina siendo una carga estresante, imposible de soportar, repercutiendo física y psíquicamente sobre nuestra persona. Nos obliga a trabajar horas extras que nuestro cuerpo no aguanta.
Está comprobado que una mente cansada no produce y una mente enfrascada demasiada cantidad de horas en un proyecto no progresa. Es sumamente importante tener presente esto y aprender a diferenciar en los trabajos aquellos que sean redituables de los que no lo son para no sobrecargarnos o exigirnos más de lo que podemos, aun estando desesperados, porque las consecuencias son peores que el «salir del paso«.
Hay una frase célebre de Antonio Machado que siempre me persigue y que dice: «Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien, importa más que el hacerlas«. No es para nada bueno hacer las cosas de cualquier forma y a cualquier costo.
Debemos aprender a resignar trabajos aunque sepamos hacerlos, y más que nada, aprender a escogerlos según nuestra realidad actual. Atorarse es perjudicial desde cualquier punto de vista que se lo mire.
Pongo de ejemplo algo que me sucedió hace ya un tiempo: estaba desarrollando un portal en Joomla! con un grado de complejidad importante puesto que involucraba hacer extensiones a medida y ajustar otras para que respondan a determinados objetivos planteados por el cliente.
En medio de este trabajo, me llegó una propuesta para desarrollar una interface PHP para webservices, trabajo en el que tengo una gran experiencia. Como andaba «algo corto de efectivo» tomé el trabajo pensando en que lo iba a resolver rápidamente y sin mayores contratiempos.
Lamentablemente me encontré con la desagradable sorpresa de que el servidor de pruebas del webservices en cuestión, justo en esos momentos, andaba muy mal, se hacía extremadamente lento trabajar sobre él y lo peor es que daba errores que nada tenían que ver con el software que estaba desarrollando.
Pasó cierto tiempo y el cliente que me había solicitado el portal Joomla! comenzó a impacientarse ante la falta de resultados a su solicitud. Rápidamente, tuve que hablar con el que me había encargado el webservices y dejar de lado su trabajo, de lo contrario perdería el otro que a la postre representaría mucho más dinero.
Por más vueltas y explicaciones que di, finalmente perdí al cliente de los webservices quedando en no muy buenos términos puesto que me había adelantado algo de dinero. Si bien una gran parte del software quedó terminado no pude cumplir con su solicitud y tuvo que contratar a otra persona con el consiguiente fiasco y malestar perfectamente entendible.
Por eso repito: siempre que hay que saber medir las consecuencias cuando estamos con mucho trabajo o con un trabajo complejo y tomamos otro sin saber con certeza y claridad si lo que pensamos sucederá tal cual lo creemos.
Capítulo VIII – Cobrar poco o demasiado
Hay una teoría, recurrente en muchas personas, que dice que si cobramos mucho por nuestros trabajos estaremos dando muestra de calidad y profesionalidad.
Lamentablemente este preconcepto es muy desafortunado y no habla bien de nosotros. Porque si cobramos mucho o poco también podemos dar muestras de que no tenemos los suficientes conocimientos sobre lo que estamos trabajando.
En realidad, hay que cobrar lo justo y además debemos ser capaces de justificar el porqué de ese monto. La forma de llegar a todo esto está desarrollada en los capítulos anteriores, todo es un camino que hay que recorrer.
Sucede en muchos casos que los freelancer toman por tonto al cliente suponiendo que el mismo está desesperado y que indefectiblemente nos dará el trabajo porque ya nos conoce y sabe quiénes somos. No tienen en cuenta que cuando llega a nosotros quizás ya viene con datos precisos y que tiene una idea de costos bastante aproximada a la realidad.
Quizás su solicitud de cotización es más bien una evaluación que nos está haciendo como para saber si puede darnos el trabajo o no, para saber con qué tipo de profesional está tratando, si puede fiarse o no de lo que le cobramos o le venimos cobrando desde hace tiempo.
En el Capítulo III hablo de «Malos presupuestos» y allí está ampliamente desarrollado gran parte de este tema, aquí solo quiero darle otro enfoque que siempre resulta ser un pensamiento fallido que acontece por exceso de confianza en nosotros mismos.
La profesión del freelancer, sea la que sea, exige siempre una constante actualización de conocimientos y también de evaluación de costos de mercado, por lo tanto requiere cada día mayores esfuerzos para cotizar con el mejor precio.
Más allá de creernos los mejores en lo que hacemos hay que tener en cuenta que somos uno en miles o millones, que quizás otros hagan lo mismo y cobren menos. Olvidamos muchas veces que el cliente, en muchas ocasiones, no busca excelencia sino calidad y buen precio, es decir pagar lo justo, ni más ni menos.
Por todo esto, cobrar poco o demasiado es un tema que afecta directamente nuestra balanza como profesional, inclinándola hacia la mediocridad o hacia la distinción de buen «proveedor«. A esto último debemos apuntar siempre, la excelencia vendrá sola y a medida que vayamos respondiendo y cumpliendo correctamente con los requerimientos solicitados por los clientes.
Nadie llega a ser el número uno si primero no transitó el camino correcto que lo llevó a ese puesto.
Capítulo IX – Entregar el trabajo antes de cobrar
Esta es otra arista dificultosa de tratar con los clientes y tiene la misma significación y concordancia con la de no cobrar anticipos, tratada en otro capítulo.
La pregunta que queda girando siempre en estos casos es qué hacer. En primer lugar la decisión a tomar estará basada más que nada a nuestra relación con el cliente: si ya le hemos hecho otros trabajos o no, cómo nos ha pagado, niveles de exigencia, etc.
Si el cliente es nuevo sobreviene el gran dilema. La determinación que personalmente aplico es no entregar el trabajo hasta tanto no se cobre en su totalidad. ¿Por qué? Porque si no sabemos con quién estamos tratando puede que nos hagan la venia y «si te he visto no me acuerdo«, el famoso «Dios se lo pague» o «andá a cobrarle a Magoya«.
Lo que hay que tener bien presente es que siempre el riesgo es nuestro ya que somos los que trabajamos, los que disponemos de nuestro tiempo en beneficio de otro, y con esto no se puede andar jugando a las escondidas.
Para el caso de los freelancer que trabajan con el diseño web hay una solución alternativa viable que aplico diariamente y que da buenos resultados puesto que doy al cliente garantías de cumplimiento y profesionalidad, cual es: hacer siempre el trabajo solicitado en servidores propios y transferirlo al servidor del cliente cuando este lo haya abonado en su totalidad.
Con esto nos aseguramos de que pueda ir viendo lo que estamos haciendo y que concuerda con lo que nos pidió. Sirve asimismo para ir ajustando más cómodamente los detalles y además, si las cosas no van como quiere y no se encuentran soluciones de común acuerdo, se puede rescindir el contrato sin terminar en malos términos y sin trabajar hasta el final en vano.
Resumiendo, lo que dará la pauta para la decisión final está dado por tres variables:
- grado de relación con el cliente,
- el tipo de trabajo realizado y su tamaño,
- tiempo de realización empleado,
- monto del saldo adeudado,
- operatoria normal en el rubro o actividad solicitada.
Aquí solo expuse lo relativo a un desarrollo web o programa on line, quizás en otras actividades haya diferentes matices que deban contemplarse.
Colaboración a voluntad – No es obligatoria.
(¿por y para qué colaborar? Leer aquí)
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