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Rincón del Tojoral Entradas

Las cartas de guerra – Embarque

Este texto es la transcripción de una carta real, escrita en francés, de un inmigrante residente en Montevideo quien le escribe a su primo en Francia. Por razones de privacidad, se han quitado los apellidos. Los enlaces que vinculan datos de las ciudades corresponden a Wikipedia en francés ya que son más completos. El enlace en donde se cuenta acerca del vapor Lutetia está en inglés.

Montevideo, 1 de septiembre de 1914

Mi queridísimo primo

Creo que recibió en mi última carta la noticia que sin duda le habrá sorprendido considerablemente: la repentina decisión de mi hijo Juan Carlos.

En cuanto Alemania declaró la guerra a Francia y supo que el vapor Lutetia estaba destinado a repatriar a los reservistas de Buenos Aires y Montevideo, se le ocurrió la idea de partir también como voluntario para participar en la guerra. Pusimos todo tipo de obstáculos, pero no hubo manera de impedirle que lo pensara.

Cuando le escribí mi última carta del 5 de agosto, se creía que el Lutetia partiría de inmediato. En ese momento se encontraba en el puerto de Buenos Aires y se le esperaba en Montevideo para embarcar a los reservistas de Montevideo. Unos días después, el ministro francés anunció que el Lutetia no llegaría a Montevideo, y que quien quisiera partir podría hacerlo embarcando en Buenos Aires. Sin demora, Juan Carlos fue a Buenos Aires para embarcar. Unos días después, el Lutetia, en lugar de partir directamente hacia Burdeos, llegó al puerto de Montevideo a la espera de las órdenes del ministro francés para zarpar.

Había dos caballeros empleados en un banco francés en Buenos Aires, donde trabaja mi sobrino Raoul. Como estos caballeros también salían en el mismo barco para realizar su trabajo, Raoul los presentó a Juan Carlos.

La señora Luisa contra el tiempo – Ana María Shúa

A las seis de la tarde la señora Luisa estaba otra vez en su casa con los zapatos nuevos. Estaba contenta. En la fábrica había muchos modelos para elegir y los precios eran bajos. Entonces sonó el teléfono. Su marido la llamaba desde el sanatorio. Estaba llorando.

La señora Luisa dejó la cartera sobre la mesa pero no se sacó el tapado. Unas cuantas gotas de pis se le escaparon antes de llegar al baño. Sintió, al orinar, un cierto grado de alivio físico. Salió de su casa sin cambiarse.

En el taxi trató de hacer algunas deducciones a partir de la escasa información que había recibido. Su marido le había pedido que fuera enseguida. Estaba llorando. Imaginó diversas complicaciones posibles que excluyeran la muerte y justificaran el llanto. Un infarto, por ejemplo. Su hijo en terapia intensiva: su marido llorando. Una mala noticia, por ejemplo. Su hijo no volvería a caminar: su marido llorando. Se preguntó si en este último caso sería preferible, para su hijo, la muerte.

Cuando vio el cadáver supo que no era posible preferir la muerte. Le habían atado un tubo de goma muy fino alrededor de la cabeza para sostenerle la mandíbula, como si le dolieran las muelas. Pero las muelas no le dolían porque estaba muerto. En la habitación había olor a muerto. El cuerpo que estaba sobre la cama, usando el pijama nuevo de su hijo, tenía el color de los muertos. Había sido un hombre grande y ahora parecía, además, muy pesado. Quiso sostenerle la mano pero no pudo resistir tanto peso, tanto frío. La soltó con asco. Una mano muerta.

Pesqueiras

Mi abuela materna era María Margarita Pesqueira Buriani, hija de Ramón Pesqueira Magariños y de Felicia Buriani. El primero, era nacido en Pontevedra, Galicia -todavía estoy tratando de establecer en qué ciudad- y, la segunda, era nacida en la R. Oriental del Uruguay, hija de italianos pero no tengo más datos.

Hace un tiempo, la curiosidad del patronímico Pesqueira me llevó a tratar de entender si el mismo era portugués o gallego, aunque convengamos que Galicia linda con Portugal, y, en épocas de pocas fronteras, bien podemos suponer que las personas se mezclaban, mucho más las denominaciones.

Lo cierto es que «Pesqueira« es un tipo de construcción que se hacía en el río para lo que se entiende de la misma palabra: para pescar.

El Miño es un río del noroeste de la península ibérica, que pasa en su totalidad por la comunidad autónoma de Galicia. Atraviesa las provincias de Lugo, Orense y Pontevedra. Asimismo, es el límite norte natural entre España y Portugal. Tiene una longitud de 315 km y desemboca en el Atlántico. Es el río más largo de Galicia, y el más caudaloso tras recibir las aguas del Sil, más largo y caudaloso que el propio Miño hasta el punto de confluencia, pero pierde en el ángulo que determina cuál es principal. De ahí, el conocido proverbio popular «El Sil lleva el agua y el Miño la fama».