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Textos Perdidos

Textos históricos que he rescatado del olvido para que cobren vida digital y se entremezclen en los recuerdos de cada uno y en la memoria colectiva de internet.

Programar es arte

No me bajo de esta aseveración y tengo una catarata de argumentos para defenderla. Una cosa es saber la esencia de las cosas o buscarla, tender hacia la sabiduría etérea del ser, poner el alma, corazón y vida en cada uno de los desarrollos, tal como sucede con los pintores, músicos, escultores, actores y artistas en general. Otra cosa es atarse a patrones de ingeniería para conseguir un objetivo establecido siguiendo lineamientos ya escritos y probos. Lo primero es puro arte, lo segundo es pura ingeniería. A mi me gusta el arte, la inmersión en las profundidad del todo.

Por otro lado, tanto la programación como el arte son descubrimientos. Cuando escribo una poesía siempre descubro algo, cuando tomo la guitarra entre mis brazos cual si fuese la amada añorada y empiezo a rasgar sus cuerdas descubro sonidos nuevos. Del mismo modo, cuando un pintor, un escultor u otro artista termina su obra, la mira y ve que algo se ha develado hacia el universo, hay algo más que solo materiales y útiles, algo que tiene vida propia.

El mito de la caverna

«El Mito de la Caverna», también llamado «Alegoría de la Caverna», es una explicación metafórica, ideada por el filósofo griego Platón, sobre la situación del ser humano ante el conocimiento:

Representación gráfica de «El Mito de la Caverna»

En la narración del mito, Platón nos presenta a varios hombres prisioneros en una caverna. Al estar atados por el cuello, no pueden girar su cabeza y sólo alcanzan a ver el fondo de la estancia. Detrás de ellos hay una hoguera que ilumina la cueva, y un pasillo por el que circulan hombres con todo tipo de objetos. Las sombras de estos últimos se proyectan en el fondo de la caverna, y esto es lo que ven los encadenados: proyecciones que confunden con la realidad.

Jokte! como descubrimiento

Jokte! fue un fork o derivación del gestor de contenidos Joomla! Este artículo está en modo «memorias de un gran proyecto».

Dijo el sabio Louis Pasteur que maravillarse es el primer paso hacia el descubrimiento y así debe ser Jokte: la injusta medida de un vaso que se rebalsa pero que nos llena y que hemos descubierto en medio del matorral cibernético.

Uno mira el código abstracto, ese puñado inteligible de renglones desparejos, y se resiste a dejar la idea desperdigada en el aire. Con afán irrespetuoso busca el puente que cruce y resuelva la cuestión de fondo, esa perla que se escapa en el fondo de la imaginación y que juega al cálculo irresoluto con la inteligencia; y soporta, en ese coqueteo una presión ancestral que subscribe en cada guión.

Mientras tanto, abre otras ventanas para dejar correr el aire fresco de afuera, necesario para no asfixiar el momento. Subyuga el cerebro y lo envenena, lo exprime y lo dinamita, lo vuelve a armar y lo eterniza en fracciones, lo electriza y lo domina hasta el justo nanosegundo en que salta el placer cuando descubre que en su poder está el dominio de las cosas inmateriales, como ese maldito y amado código que no emerge de la razón.