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Poesía Universal

Poesías de la literatura universal y no tanto, aquellas que han dejado una yerra de fuego en mi persona que arde en cada re lectura

Responso para mi maestro Leopoldo Marechal

Durante mi eterno transitar por la literatura y la poesía, una de las aficiones que me aquejó fue la de coleccionista de diarios y eso se lo debo a mis antiguos jefes laborales.

A los comienzos de la década del ´80, empecé a trabajar como administrativo contable en una fábrica de envases de una ciudad cercana. Los propietarios solían comprar todos los días varios diarios que traían un suplemento de «Cultura». En un principio, al mediodía y luego de almorzar o mientras lo hacía, solía leer «Ambito Financiero«, por esa cuestión de estar al día con los temas impositivos, financieros y contables, algo necesario y correlativo con mi trabajo del momento.

Después de un tiempo -en que ya no necesitaba informarme tan bien-, empecé a leer el suplemento de cultura y, más tarde, lo hice extensivo a los demás diarios. Ese contacto con el papel impreso y mi pasión por la literatura, crearon la afición de «coleccionista de recortes», muchos de los cuales, pasado ya los 40 años, aún conservo…

J. M. Castiñeira de Dios

De aquel tiempo traigo este poema publicado por «Clarín Cultura y Nación» el jueves 28 de julio de 1988, con el sub título: «Poema inédito de José María Castiñeira de Dios» [biografía en wikipedia].

…. ni hablar de que «Adan» Marechal es uno de mis poetas favoritos…

Canto a Entre Ríos

Es imprescindible que cuente cómo dí con esta poesía que hoy vuelvo a degustar como antaño, cuando un compañero me dio una copia impresa. El reencuentro fue un remover de la selva de recuerdos donde anida el ruiseñor del amor para que vuele un rato por éste éter.

En 1986 comencé a cursar el «Profesorado de Literatura, Castellano y Latín», así se llamaba por entonces. Los docentes que me tocaron fueron, son y serán auténticos próceres de la enseñanza ya que dejaron una marca muy profunda e imperecedera. Solo por nombrar algunos, digo: «los Izaguirre», «la Nilce», «la Queta»… en realidad, todos lo fueron. Hoy en día, es complejo encontrar esa forma de enseñar en donde el método es el contagio, es toda una técnica de arte para que tu persona quede con un Da Vinci literario retratado en tu alma.

La que nombro como «la Nilce», su nombre completo era «Nilce María de Batistta». Fue mi profesora de «Historia de la Lengua» y de «Latín». Con ella tuve una cercanía importante ya que descubrió mi temprana pasión por la lingüística, alentada, más que nada, por querer saber de dónde venía la lengua de los vascos, el «euskera», la que se habla en «Euskadi», de donde vinieron mis ancestros. Nilce me traía fotocopias de libros, me recomendaba otros. Caminábamos por el patio del Mariano Moreno hasta la salida hablando de lingüística… me tiembla el recuerdo como un parche de tambor.

Canto a mí mismo – Walt Whitman

Walt Whitman

Walt Whitman llegó a mi en un tiempo de entusiasta búsqueda de la originalidad suprema de la poesía. Leí tantos libros que por entonces agoté mi memoria de ver excelsas letras impresionantes.

Recuerdo que en la biblioteca de mi ciudad, al ingresar y hacia la derecha, había varios estantes que contenían solo libros de poesía de diferentes autores originarios de diferentes países. Habría doscientos ejemplares, tal vez más. Los leí a todos. Sacaba de uno marcando el lugar con un cartón para saber luego cuáles tenía leídos y cuáles no. De varios transcribí algunas poesías a máquina de escribir. Así me topé con Walt para quedar en éxtasis. Me subyugó, me atrapó, me enamoró… Luego compré libros bilingües, cuando supe un poco más de inglés, y lo leí en su idioma.