Saltar al contenido

Poesía Universal

Poesías de la literatura universal y no tanto, aquellas que han dejado una yerra de fuego en mi persona que arde en cada re lectura

Poesías antiguas, pero muy antiguas

Este mini compilado de poemas -muy, pero muy antiguos-, fue armado a través del OCR (del inglés Optical Character Recognition) de varias revistas digitalizadas que están en el Archivo Histórico de Revistas.

En este caso, el OCR lo realicé sobre un gacetín semanal llamado «La Moda» que se publicó en la ciudad de Buenos Aires durante cinco meses, entre el 18 de noviembre de 1837 y el 21 de abril de 1838. En sus páginas pueden encontrarse escritos de varios jóvenes que frecuentaban el Salón Literario de Marcos Sastre, foco de la sociabilidad ilustrada porteña y uno de los hitos fundacionales de la llamada “generación del ‘37”. Entre los contribuidores anónimos se identificaron a Nicanor Albarelos, Carlos Tejedor, Juan María Gutiérrez, José Barros Pazos y Juan Bautista Alberdi. A este último, por entonces un joven de 27 años, se le atribuye el haber sido el principal artífice de la publicación, marcando la línea editorial con filosos editoriales que firmaba con el nom de plumeFigarillo, en honor al gacetero español Mariano José de Larra.

La pregunta que se harán es por qué me tomé este trabajo y la respuesta está estrechamente relacionada con mi actividad de genealogista. La intención fue y es leer, ver y entender, lo que sucedía en el Río de la Plata en épocas en que arribó mi tatarabuelo. Tan simple como eso. Empecé por la poesía pero en realidad he leído sobre historia, política y crítica de la época. Justamente, en la próxima entrega, hay un texto sobre la mujer para analizar.

Qué lástima – León Felipe

Algunos expertos literatos y otros no tanto, dicen que esta poesía de León es un autorretrato de su propia vida. Otros que es una alabanza a la vida simple y sencilla, sin pasado ostentoso ni descendencia de la alta alcurnia. Todo es posible, la lectura es una interpretación que el lector hace del alma del escritor por lo que se puede darle tantos sentidos que es imposible recabar en un análisis, por más exhaustivo que éste sea. Esto último es mi opinión, por supuesto.

La obra de León Felipe [biografía al pie] la conocí hace tanto que no podría determinar cuando comencé a leerlo. Mi primer amor de poeta surgió a la luz de los versos de Pedro Salinas, mi hipnotizador temprano de antaño. Tal vez fue ahí, cuando también di con León, porque fue esa Generación del 27 una de las que más me pegó en el costado, como un lanzazo final empujándome a la poesía. Algo cuento en «Confluencias», mi paupérrima autobiografía, pero algo es algo, ya leerán, en algún momento.

Y si conmueve leer a León Felipe, escuchar sus poemas recitados por Héctor Alterio o Paco Rabal, el sentimiento ya se pone fuerte como ese café matinal que despierta las narices o ese olor a jazmines en el patio del Profesorado, que te hacía enamorar de todos y de todas.

Acá les dejo la parte inicial de «¡Qué lástima!» porque la intención es que se tomen unos minutos y escuchen y vean el recitado de Héctor Alterio y luego el de Paco Rabal. Disfruten, lo van a reiterar muchas veces. Es como ese alfajor con dulce de leche que repites y repites todos los días cuando la dulzura te llama.

Adios a S. – Alberto Girri

Recordar si este primer encuentro literario con Alberto Girri me gusto o no es casi imposible. Leía tanto y de tantos que pretender sentir el gusto por aquella ingente cantidad de letras es como querer hacer hoy un puchero con huesos arqueológicos y que salga sabroso.

Lo cierto y auténtico es que por algo guardé esta hoja de aquel diario La Nación del domingo 10 de julio de 1988. Supongo que me conmovió el texto de Jorge Cruz que acabo de releer, y me trajo resabios del momento, en donde habla con excelso sentimiento de Sara Gallardo, cuyo deceso había sucedido días antes. Al lado, estaba esta poesía que transcribo.

I

De develarnos
cómo sobre este tu día
adquieres potestad,
de la manera
más intensa en lo real,
no hechos, no cosas,
eximidos de ti
por victoria, gozosamente
con el brillo de lo que no pesa,
ni transcurre,
¡ningún estupor»,
y dondequiera,
contradicciones, opciones, antinomias,
se hayan dirigido,
aquí dejando en nosotros
lapsos de qué fuiste,
visualizados
como tu sonreír y gracia,
y cuanto todavía te circunda,
que tu dedo aún supone recorrer:
esa cruz, ese libro,
un mapa borroso, rosario, chal materno.