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Cuentacuentos

Recopilación de cuentos que fueron publicados en secciones culturales de varios diarios y revistas y que coleccioné durante más de 10 años.

Los ahogados – Orlando Barone

Este cuento es un rescate literario de una publicación histórica de la revista «Acción«1 de septiembre de 1987. La revista llegaba a mis manos con los resúmenes de cuenta del «Banco Institucional Cooperativo» 2 que llegaban a la fábrica donde trabajaba como administrativo [leer introducción de este artículo]. Dado su excelente contenido cultural fue fácil hacerme coleccionista de recortes y de números enteros.

Orlando Barone

El cuento que presento fue mi primer contacto con la literatura de Orlando Barone a quién, años más tarde, lo vería en vivo, en la pantalla de la TV Pública, cuando formó parte del panel de periodistas del programa «6, 7, 8».

Desde aquellos primeros programas y hasta el 2011, Orlando supo publicar sus escritos en un blog personal que aún existe y allí pueden leerlo más profusamente y disfrutar de su apasionada pluma periodística y política que admiré y admiraré siempre.

Primer Amor – Antonio Dal Masetto

En aquellos tiempos todavía no odiaba nada ni a nadie. Tenía doce años y estaba enamorado. Meses atrás, no muchos, había cruzado el océano en un barco de emigrantes, había visto llorar a hombres rudos mientras mirábamos esfumarse la costa en los vapores del mediodía, había llorado a mi vez y me había escapado de popa a proa para ponerme a soñar con América. Escrutaba el horizonte y fantaseaba acerca de llanuras, caballos impetuosos, espuelas de plata y sombreros de ala ancha.

Lo que me esperaba al cabo de la travesía fue un puerto como todos, hierro y óxido, anchas avenidas empedradas, bandadas de palomas y más allá de las palomas una ciudad como un muro. Después vino el tren lento a través de los campos invernales, estaciones vacías, campanazos que anunciaban la partida y estremecían el silencio y, finalmente, el pueblo. Nada de sombreros de ala ancha.

Lo primero fue cambiar los pantalones cortos por un par de mamelucos, los zapatos por alpargatas. Me enseñaron el recorrido de la clientela, me dieron una bicicleta y me pusieron a repartir carne. Tuve que soportar el desconocimiento del idioma y las burlas de los pibes en las que, por lo menos al principio, no alcanzaba a distinguir más que la palabra gringo. De todos modos no me quedaba quieto y cuando tenía uno a mano me le tiraba encima. Pero no había demasiada convicción en esas peleas. Y en los baldíos, en las calles de tierra, lo único que dejamos fueron algunos botones.

Lo que hay que saber – Alicia Steimberg

Europa nunca fue descubierta, en el sentido literal de la palabra, como fue descubierta América, hecho representado en los mapas con líneas de puntos a través del océano que marcan los itinerarios de los viajes de Colón. Colón nunca supo que había descubierto un nuevo continente, pero nosotros lo sabemos: llegó por primera vez a nuestras playas en 1492. Podemos ver a Colón, con falda corta y calzas, zapatos con hebillas, los brazos extendidos hacia los costados y un poco hacia atrás, el sombrero multiforme, contemplando con cara inexpresiva el nuevo territorio; él no sabía que era nuevo, lo confundía con las Indias Occidentales que, como Europa, no fueron descubiertas sino que estaban allí.

El territorio recién hallado por Colón estaba poblado por hombres de piel cetrina: no hay obligación de recordar si Colón, junto con las especias y objetos varios que puso a los pies de Isabel a su regreso, trajo también a algunos de esos individuos y se los regaló a la reina. Basta con imaginar un vago tesoro y ver a Colón un poco más atrás, en actitud respetuosa y con cara inexpresiva. Cuánto tiempo permanecieron así, la reina en su trono, el tesoro a los pies de la reina, Colón a cierta distancia, acompañados, tal vez, por Fernando y el resto de la corte, es cosa que no se sabe ni hay por qué saber.