LA MAÑANA
Siete y diez
Mientras su mamá prepara la mamadera, usted se va a ir despertando, negrito culo sucio; la estufa ya está prendida, la radio también, así se despierta con música. Su padre se fue al trabajo hace un rato y aunque en la casa no queda un peso se fue contento por algo que todavía no sé, pero que me lo va a contar cuando vuelva. Hoy cobra la quincena, la quincena chica, pero algo es algo. Vamos a ver qué es lo que me tiene que contar. Su padre no se pone contento de gusto, no lo joden fácil por suerte. Vamos a ver. Vamos a ver si se despierta; qué quiere, que me la tome yo, eso es lo que quiere. Ah, no le gusta, despiértese entonces. Muy bien, ya no extraña más la teta, sinvergüenza, todos los hombres son iguales. La culpa la tiene el doctor de la salita, los doctores sirven para joder. Pero debe tener razón. Está bien. El día va a estar lindo, hoy va a ser un día importante, vamos a ver qué dice tu padre. Ahora no puedo, dijo antes salir, se me va a hacer tarde y le pegó una chupada fuerte al mate, hasta que el gallo dejó de cantar; después te voy a contar, dijo; los ojos se le reían solos. Semejante chupada le dio al mate que lo arruinó y se fue. Tuve que cambiar la yerba, por suerte queda bastante, va a alcanzar para todo el día y más también, esta tarde voy a tener que hacer unas cuantas compras, casi no queda nada, vamos a ver: fideos hay un paquete, pero hay que comprar lo mismo, margarina casi no queda nada, azúcar hay bastante y leche en polvo un tarro sin abrir, me parece que en esta casa hay uno que tiene coronita, qué bonito, eh. Qué sé yo, después no queda casi nada. Pero esta tarde vamos a tener de todo. El querosén se va a acabar dentro de un rato. Tu padre va a tener que ir a buscar.
Once y pico
Seguramente ya debe ser la hora. La mañana se fue volando, pero por suerte ya terminé de lavar. Es una gran cosa tener la bomba en la casa. El reloj se paró a las diez y veinte, vamos a escuchar la radio otra vez, a ver si dicen la hora. Prontito va a tener que dejar la galleta y se toma otra. chupetón. Ahora, hasta que él llegue, se me va a hacer largo, queda poco por hacer y él tiene algo que contarme. Voy a aprovechar para coserte la manta que empecé el otro día y así lo embromamos al frío por más que haga y que haga.
LA TARDE
Cuatro y cuarto
Llegó. Llegó hace un rato, ahora está sentado tomando mate, está menos contento y no es para menos porque a mí casi me da un ataque cuando me contó. Un sueño. Me contó un sueño. Al diablo con la alegría; no sé si llorar o mojarle la cabeza, porque parece que ahora no está despierto, está como soñando y habla y habla como nunca, parecido a cuando uno anda con fiebre, como si no se diera cuenta de lo que dice y sobre todo de lo que hizo. Pero si vos vieras, si yo pudiera decírtelo de una forma fácil, así me entendés, si vos me pudieras decir la forma de hacer retroceder el tiempo, nada más que eso pido, y borrar ese sueño. Un sueño triste, que da miedo. Si vos me ayudaras, si alguien en el mundo me pudiera ayudar a borrarlo. Los pobres no deberíamos soñar, ni cosas lindas ni feas. No te parece que es bastante ser pobre, que uno es más pobre todavía si sueña, debe ser mentira lo que digo, pero no importa, si la pobreza es verdad. Te das cuenta, culito sucio, yo nunca te había hablado de esta manera y todo porque los sueños se metieron entre nosotros y tengo miedo sabés. Fijate vos qué vergüenza, tan grandota y con miedo y vos tan chiquitito, tan chupetón y cagón estás tranquilo y cómodo en brazos de esta grandota que te quiere y que está llena de miedo. Ahora me voy con él, después te cuento.
Seis y treinta y cinco
Ah, Dios mío, no te podés imaginar cómo son las cosas, casi me olvido de vos, no te cambié y todo por darle a la charla que te charla ya otras cosas. El nunca estuvo como hoy, parece que la lengua se le había soltado y aunque yo tenía ganas de discutir y reprocharle, no podía porque él hablaba como esos tipos bien puestos que vinieron la otra vez, que regalaban folletos y prometían la salvación. El también hablaba de la salvación pero de otra manera, es para matarlo, pero también yo estoy entusiasmada, es para matarme, si viene el diecisiete nos salvamos. Hoy cobró. Cobró la quincena pero no hay un peso en la casa y si el diecisiete no viene estamos listos. El nunca juega, yo no sé cómo pudo haber sido. Yo se lo pregunté, le dije: pero todo todo te jugaste. Y sabés qué me contestó. Que él no había jugado nada, que le había puesto todo lo que tenía al número, a los números; sí, porque le puso al diecisiete y una parte a otro número de tres cifras que no podía decir cuál era y al final volvió a repetir que él no había jugado, que él había cumplido una orden. Y yo no supe qué contestarle, hasta me pareció que hizo bien.
Parece mentira que yo te hable así, pero si vos supieras qué lindo era escucharlo decir que íbamos a poner el agua y yo diciéndole que agua teníamos y él que contestaba que no, que teníamos bomba, pero que íbamos a poner agua en la cocina y en el baño y que esta casa, carajo, va a seguir siendo pobre pero va a ser una casa de verdad, una casa donde se pueda vivir. Después se quedó callado un momentito, de repente se paró y me dijo que cuando uno tiene agua, el agua necesaria y una casa como la gente, las manos de uno valen más y abrió las manos. Yo no sé cómo decirte, porque tengo vergüenza, vos sabés que tu papá es un negro lindo, siempre me pareció, pero hoy cuando lo vi parado con los brazos puestos así, con las manos abiertas y mirándose una, apenas de refilón como hago yo ahora, te das cuenta; que el Señor me perdone, me pareció que estaba frente a Dios. No sé cómo lo habré mirado pero nos entendimos enseguida y fuimos a la cama, y por culpa de eso casi me olvido de vos y no te cambié, pero ahora te cambio y listo. Ahora él está durmiendo. Me pidió que lo dejara dormir un rato. Ahora estoy menos convencida, necesitaría que me estuviera hablando. A tu padre de tanto en tanto se le da por tener ilusiones, yo fui una de ellas, él me lo dijo. Parece que se le cumplen los sueños, esperemos que no falle esta vez. Esta noche vamos a comer fideos con un poco de margarina y nada más. Creo que queda algún caldito. Tendría ganas de ir a ver a Don Luis y pedirle algo fiado, pero no me animo. Te das cuenta que no tengo fe. El duerme, está dejando pasar el tiempo, mientras tanto yo… yo no sé qué hacer. No me gusta que las cosas sean así, a mí nunca me faltó nada, o sí, pero nunca me importó. Capaz que ahora nos falta todo. Cuando me vine a vivir con él, los de allá donde vivía, pusieron el grito en el cielo, porque ya no iba a llevar más el sueldo, unos pesos que ganaba, pero él en poquito tiempo se los conquistó a todos y según me dijeron por allí andaban diciendo que por suerte me habían colocado bien. Y es cierto. Pero ahora estoy triste. Yo no puedo darme cuenta por qué puede dormir tan tranquilo. El soñó, sí, y qué hay con eso.
Me estoy por enojar, sabés y no quisiera. Hoy quería, retroceder, que el tiempo reculara, ahora quiero adelantarlo, que llegue el momento y que sepamos la verdad, si nos salvamos o lo otro. Si pasa lo otro qué pasaría. Quince días sin un solo peso son muchos días. Podemos pedir, a lo mejor conseguimos algo, pero después hay que devolverlo, para colmo habría que decir lo que pasó, capaz que quiere la revancha. Eso ni pensarlo. No te importa mucho las cosas que te cuento. Y bueno, mala suerte, ahora podríamos estar jugando lo más campantes. Pero anoche se le dio por soñar.
LA NOCHE
Diez pasadas
No importa que no me escuches, qué importa que estés dormido. Vino. Salió. Salió todo. Quiero contarte, decírtelo aunque estés requete dormido. Hace un momentito lo dijeron por radio. Cuando faltaban unos minutos para que dieran el resultado, recién entonces se puso nervioso, no dijo nada, pero estaba un poco colorado y pitaba fuerte el cigarrillo. Al final dijeron nuestro número.
—Te das cuenta —me dijo. No festejó, ni siquiera dijo mirá qué suertudos somos. No dijo nada. Y yo estoy tan contenta que te lo vine a contar a vos, y no quiero saber más nada, hoy fue un día muy largo y muy raro. Todavía no me dijo cuánto es, pero seguro que es mucha plata. Tu padre sabe, tu padre no se equivoca. Quién sabe por qué andará así. Tal vez esté pensando qué podemos hacer, cómo la vamos a usar. Está bien, pero tendría que estar más alegre. No sé que quiero decirte, pero estoy contenta.
Doce menos veinte
Ya está. Menos mal que este día se acaba y enseguida nos vamos a ir a dormir todos, mañana empieza una vida mejor. No, vamos a vivir mejor, eso es. Cuántas cosas, cuántas cosas raras te conté hoy, nosotros dos nos entendemos, no importa que estés dormido, ni que despierto tampoco sepas lo que te digo, entre vos y yo no importan las palabras, negrito. Ya ves qué fácil es todo cuando se tiene suerte. Ahora que todo se compuso, me animo a decir eso.
Tu padre no estaba bien hace un rato, ya te lo dije. Yo no sabía, pero se adivinaba clarito. Le pregunté qué le andaba pasando y me dijo: y qué te parece, no ves que se está cumpliendo todo. Sí, le dije yo. Y todo es todo; el sueño, del final acordate, me dijo. Y me pidió que se lo recordara. No me lo pidas, le dije yo. Entonces yo te lo voy a recordar, me dijo, y me lo recordó. Y al final me venían a buscar unos tipos, esos tipos venían a liquidarme, acordate. Hoy estaba entusiasmado con el número y no pensé en lo otro, creía que eso estaba de balde en el sueño nomás, pero ahora me doy cuenta que se está dando todo; no sé, es como cuando ponen un disco y por más que quieras, por más voluntad que pongas no va a cantar otra canción que la que tiene encerrada. Tu hombre tiene miedo y no sabe qué hacer, me dijo. Y un segundito estuve a punto de tratarlo como a vos, pero no pudo, porque yo también tenía miedo, nunca me había dicho nada parecido y no supe qué decirle.
Después sí; un poco después le pregunté quién tenía algo contra él, quién iba a tener una razón para liquidarlo. Hasta hace un rato nadie me dijo, ahora hay un tipo que me tiene que pagar un montón de plata; cuanta plata no sé, no saqué la cuenta justa, pasa los tres mil palos. Para nosotros es muchísimo. Qué sé yo, por lo que sé el tipo pagó siempre. Allí se quedó callado. Por suerte yo me di cuenta de la verdad justo cuando el miedo y sus inventos ya estaban por ganarnos, todo lo entendí tan bien y para colmo de alegría las palabras me empezaron a salir fáciles, una detrás de la otra y de un saque se lo dije todo. Sabés qué es lo que pasó, le dije, nada más que una sola cosa: tuvimos suerte, nada más. Nada más ni nada menos. El número salió porque salió. Si no hubiera salido ahora ya nadie se acordaría del sueño. Seguro que yo estaría enojada con vos y te hubiera dicho parece mentira que puedas creer en esas cosas y vos calladito, seguro, bien calladito. No me podrías haber contestado nada. A quién le ibas a echar la culpa. Gritar, gritar no servía para nada. Y una vez que amainara el lío, nos habríamos puesto a pensar cómo nos arreglábamos, y después, con un poco de suerte, en la cama la trompa se terminaba de pasar y chau pinela. Acordate de esta mañana, le decía yo a tu padre, acordate lo contento que estabas; una idea, loca te ponía contento, que una idea loca no te ponga triste. Tuvimos suerte, nada más. Mucha suerte, Dios es grande, tan grande que te premió a vos a mí y al cuchufleto, porque sí, usó un número y un poco de locura. Eso es todo. Quién sabe lo que es la locura para Dios. Acordate del agua y cosas parecidas. Bendito sea. Pero que sea la última vez, te lo pido, por favor te lo pido. Un tío mío siempre decía que no había que hacerle caso ni a los números ni a las mujeres y tenía razón. Vos no le tenés que hacer caso a ninguna mujer, no siendo a mí… Creo que eso fue todo lo que le dije y su cara volvió a ser la de siempre, la que yo quiero. Por suerte todo me salió tan fácil, tan sin pensar que no sé. Y el motorcito de la casa otra vez se puso en marcha y colorín colorado, dormilón, este cuento ha terminado. Y estamos todos juntos, como siempre. Mañana vamos a hacer un montón de compras. El está tomando las medidas para comprar los caños, está haciendo cuentas, qué sé yo, un montón de cosas, seguro que a usted le toca algo lindo, vamos a ver. Mañana será otro día. Quién podrá saber cómo será nuestra vida mañana. Me parece que están llamando, éstas no son horas de venir.
Ricardo Maneiro, especial para «Acción», segunda quincena, agosto 1987
Colaboración a voluntad – No es obligatoria.
(¿por y para qué colaborar? Leer aquí)
Sé el primero en comentar