El folklore venezolano es un suculento banquete cocinado con música española, aires de flamenco, rumbas, condimentado con sevillanas -se me antoja. En el plato principal, corazón de todo, se cuecen sonidos de raíces africanas e indígenas caribeñas y amazónicas, llaneras, sabaneras y selváticas.
Escuchar esa mixtura, deleitarse con cada canción de los panas que la interpretan, es un viaje de ida a la adoración y entrega total de esos acordes celestiales para nunca más volver. Tanto un joropo, una gaita zuliana, un merengue, un pasaje llanero o un vals andino, todo me lleva a esas tierras bolivarianas y a las cuatro cuerdas del cuatro, que no es una redundancia.
Y si bien hay variados y abundantes músicos exponentes de estas bellezas, mi corazoncito y mi linguini favorito estuvo, está y estará en la ejecución del cuatro y en la voz aterciopelada y gloriosa de Cecilia Todd, casi un amor imposible.